domingo, 10 de diciembre de 2017

CAPÍTULO II
MI PADRE
POR ÍKER EGUREN

Nuestro protagonista nació rubio.

Empezó a gatear a los 6 meses y a los 11 meses ya sabía andar. Tomó leche hasta los 6 meses, ahí empezó a comer comida normal.

No dormía, o sea, que mantenía a la casa entera en vela.

Cuando tenía 13 meses nació su hermano, y entonces Quique pilló la manía de pegarle a todas horas.

A los 2 años curó a su hermano de un problema en la boca llamado frenillo, porque le estampó la cara contra una silla baja,  y en esa época aprendió a hablar.

A los 4 años empezó a ir al colegio; decidió estudiar muchísimo porque quería ser como Ramón y Cajal.

Él era el más trabajador y estudioso de los dos, ya que, por ejemplo, cuando iban a recolectar manzanillas, Óscar (que era su hermano pequeño) le decía a Quique:

-¡Mira, Quique, ahí hay unas cuantas manzanillas!
Entonces Quique se ponía a recogerlas y Óscar quedaba como el rey de Inglaterra; vamos, que él no hacía nada.


Digo que Quique era estudioso porque, aún en parvulitos, siempre hacía que el profesor se sorprendiera.

domingo, 22 de octubre de 2017

MI PADRE
                    POR IKER EGUREN

                                     CAPÍTULO I


Reinosa es pequeño, solo tiene 11.000 habitantes.

Está en el valle de Campoo, cerca de la estación de esquí de Alto Campoo. Lo cruzan el río Ebro y el Ijar.

Tiene dos parques: el de Fuentes y el de Cupido. También tiene cuatro discotecas, una biblioteca (con una bibliotecaria muy gruñona), un supermercado, unas treinta tiendas de alimentación y ¡ochenta bares! Hay dos colegios públicos y uno privado y, después, un instituto público de enseñanza media  (también se hacía el bachillerato allí).
       
Tiene cuatro fábricas. Ese era el trabajo más común. Tenía una sirena que anunciaba la jornada y también avisaba de asuntos graves como un incendio… Te enterabas de que había algo grave porque la sirena sonaba en mitad de jornada o fuera de jornada.

Había tres deportes disponibles: el esquí, el senderismo y entrar en el equipo de fútbol de allí (el Naval), que era muy difícil.

Las fiestas que hay son tres: San Mateo, donde hay carrozas modernas de muchas cosas, por ejemplo de Pokémon, y después están los cabezudos, que son los chavales que habían hecho las carrozas, que persiguen a los niños con palos, y se celebra el 21 de septiembre. Está también la del Día de Campoo, donde hay carretas de la vida cotidiana y también hay cabezudos, y se celebra el domingo siguiente a la fiesta de San Mateo. Por último, está la de San Sebastián, donde hay música y juegos, -esta última es un poco más sosa-.


En invierno hacía muchísimo frío y la nieve llegaba hasta casi la cintura. Era eterno y abominable. En cambio, en verano hacía mucho calor y la gente se bañaba en el pantano del río Ebro y en más ríos pequeños que había por ahí. También había fiestas con los santos de cualquiera, había música en los pueblos cercanos, lo malo es que eran muy cortos, se pasaban rápido.



El futuro protagonista de esta historia vivirá en un tercer piso grande y antiguo con un mirador para ver las carretas y las carrozas (bueno, y más cosas). El piso era muy bonito y tenía muchos adornos preciosos. Tenía tres galerías, una al sur y dos al norte, pero solo se usaba la del sur porque en las del norte hacía muchísimo frío. Donde más vida había era en la cocina, porque era la más calentita, había cinco habitaciones, un baño pequeño en la galería del sur y dos salas, una en el norte y otra en el sur. La del norte no se usaba por el frío y, además, la calefacción era de carbón; unos hombres tenían que subir un montón de carbón para el edificio.

Cuando nevaba, había carámbanos de hielos en las dos galerías, y si ponías un trapo a secar por la noche siempre que había una helada, a la mañana siguiente se podía romper al cogerlo como una hoja de papel, estaba congelado.

La futura madre ya estaba embarazada de este esperado protagonista.

Un día, en pleno invierno, exactamente el 22 de febrero de 1962, en la mesa de la cocina la madre daba a luz a nuestro querido protagonista:
Luis Enrique, Quique o Kike, para los amigos.

Y aquí, queridos lectores, empieza la verdadera historia.